Primero trató el tema del bisfenol A (BPA), después
el del azúcar, y ahora la cineasta Stephanie Soechtig se ocupa del
teflón, esa sustancia química que recubre gran parte de la ollas y
sartenes antiadherentes.
En su último documental, “El diablo que conocemos”,
que se estrenó en el Festival de Cine de Sundance esta semana, Soechtig
investiga lo dañino que es el teflón para nuestra salud. Introducido
por primera vez para su consumo en 1945 por la Corporación DuPont, el
teflón fue publicitado como algo que hacía la vida más fácil. “Su suponía que liberaría a las mujeres de las tareas de la cocina: ¡No tienes que estar fregando las sartenes todo el día”, explica Soechtig.
Así que el teflón pasaría a ser una sustancia
omnipresente, una sustancia que se encuentra presente en el 99,7% de los
estadounidenses. ¿Y por qué supone un problema? Sólo basta con mirar a
Parkersburg, West Virginia, la ciudad donde DuPont tenía su sede
central. Cientos de residentes de la ciudad que estuvieron expuestos a
esta sustancia química, también conocida como C-8 o PFOA, por estar
presente en el agua potable, sufrieron las consecuencias, con
enfermedades tales como el cáncer, deformidades faciales al nacer o
inmunodeficiencia. El pasado mes de febrero, la Corporación se vio
obligada a pagar 670,7 millones de dólares a 3.550 demandantes cuyo agua
había sido contaminada, aunque la empresa nunca ha reconocido haber
cometido ningún delito. (La Empresa pertenece ahora a Dow Chemical Co.,
que no respondió a nuestras solicitudes de realizar comentarios).
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