Dos realidades: debatiendo el tema del crecimiento en un planeta finito
Dos caminos se bifurcaban en el bosque, y yo,
yo tomé el menos transitado.
Y esa es la única diferencia.
– Robert Frost
En nuestro mundo contemporáneo coexisten, al menos en
sus aspectos cruciales, dos realidades contradictorias. Una de ellas
podría llamarse realidad política, aunque se extiende mucho más
allá de la política formal e impregna el pensamiento económico
convencional. Es el universo acotado de lo que es aceptable en el
discurso público en el terreno económico, social y político . La otro realidad es la física: es decir, los recursos energéticos y materiales, lo que es posible según las leyes de la termodinámica.
Durante décadas, estas dos realidades se han
mantenido separadas, siguiendo caminos distintos. Se han superpuesto de
vez en cuando: cuando políticos y economistas han utilizado los datos de
parámetros físicos medibles, mientras que los científicos a menudo han
realizado investigaciones y obtenido hallazgos que son socialmente
significativos. Pero ambos caminos divergen, y cada vez más.
Difieren hasta tal punto que han llegado a la pura y
simple contradicción sobre el crecimiento económico. Pero el cambio
climático nos obliga a hacer preguntas.
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La realidad política se empeña en decirnos que el
crecimiento es necesario, necesario para crear empleo, necesario para
que los pobres salgan de su pobreza, para mantener el progreso
tecnológico, para proporcionar rendimiento a las inversiones y para
aumentar los ingresos fiscales a fin de mantener los servicios
esenciales. El crecimiento, nos dicen, es necesario para hacer frente a
los problemas ambientales: necesitamos más dinero para aliviar los
desastres y en la transición hacia las energías renovables. Sólo
mediante el crecimiento económico podemos llegar a tener lo suficiente
como para permitirnos el lujo de arreglar los problemas creados por el
crecimiento de épocas pasadas. Entre tanto, también debe aumentar la
población, componente esencial del crecimiento del PIB.
En el ámbito de las realidades políticas, cualquiera
que cuestione la importancia del crecimiento no se le toma en serio. A
una persona tal, no se le considera un partícipe responsable de los
debates políticos y económicos.
Pero no siempre ha sido así. Como explico en mi libro El fin del crecimiento, y en un breve ensayo sobre la Historia del consumismo, las economías han crecido muy lentamente o incluso nada antes de la Revolución Industrial
que trajo el uso de los combustibles fósiles. La energía barata, que ha
activado la expansión y la sobreproducción industrial, sentó las bases
del consumismo, la globalización y la financiarización. Las economías y
los Gobiernos deseaban altas tasas de crecimiento para así cumplir
promesas cada vez más extravagantes.
El resultado ha sido, voy a tratar de escoger las
palabras con mucho cuidado, una acumulación gradual de un conjunto de
supuestos, ampliamente compartidos, que constituyen un cerrado conjunto
de ideas, una normativa interna rígidamente consistente. Apartarse de
estas reglas tiene consecuencias predecibles. Cualquier persona, sea un
escritor, un economista o un científico, lo que sea, que demuestre la
desconexión entre la realidad política de cuestionar la conveniencia o
posibilidad de un crecimiento continuo, los medios de comunicación ponen
la atención en otra parte.
La realidad física es muy diferente. Un simple
cálculo aritmético muestra que el crecimiento de la población y el
consumo no pueden continuar de forma indefinida. En su libro El imperativo del no crecimiento, Gabor Zovanyi ofrece este ejemplo: “ Si
nuestra especie hubiese comenzado con sólo dos personas cuando se
realizaban las prácticas agrícolas más antiguas, hace unos 10.000 años, y
el aumento hubiese sido del 1% al año, hoy la humanidad sería una
enorme masa humana de miles de años luz de diámetro, y con una
ampliación, dejando de lado la teoría de la relatividad, mucho más
rápida que la velocidad de la luz”. La tasa de crecimiento actual de
la población mundial del orden del 1,1% anual es insostenible en
cualquier marco de tiempo significativo. El crecimiento de los niveles
de consumo se enfrenta a límites similares.
Por supuesto, mucho antes de que nos convirtamos en
una enorme masa humana en expansión a la velocidad de la luz, y mientras
consumamos galaxias enteras de materias primas, llegará un punto en que
los costes de un mayor crecimiento serán mayores que los beneficios
reales. Estos costes repercutirán en un aumento de los precios de las
materias primas, el dilema de la contaminación, la pérdida de
biodiversidad, economías que se derrumban, descenso de los niveles de
vida y aumento de los conflictos entre naciones y facciones sociales,
que se pelearán por las migajas.
Mucha gente inteligente, cuya primera preocupación es la realidad física, cree que estamos cerca o ya en ese punto.
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Ambos lados de esa realidad están dispuestos a hacer
concesiones. Si eres un ecologista y deseas ser tomado en serio por
políticos y economistas, has de proponer una expansión de la economía
con prácticas más responsables con el medio ambiente bajo el lema del
“crecimiento verde”. Si eres un economista, un político o un burócrata
del Gobierno, o un Ejecutivo de los negocios, y desea ser tomado en
serio por los ecologistas, ha de proponer resolver los problemas
relacionados con el medio ambiente sin sacrificar el crecimiento,
mediante regulaciones que limiten la contaminación, la promoción de
productos verdes, o subvencionado las energías renovables. Este tipo de
proyectos y propuestas ayudan a abordar algunas de las crisis derivadas
de la metástasis producidas por el crecimiento de la población y las
tasas de consumo de la humanidad, pero hasta ahora no se ha tenido éxito
en el cambio de las tendencias, con consecuencias preocupantes
(calentamiento climático, disminución de los recursos minerales y
energéticos, desaparición de la biodiversidad) o la resolución de las
contradicciones fundamentales entre las dos realidades
Mientras tanto, muchos intelectuales sumidos en el
realismo político abren la brecha argumentando que los límites físicos
no son importantes o no existen debido a las promesas de futuras tecnologías, sustitución de los recursos, mayor eficiencia, desmaterialización, o efemeralización. El economista Julian Simon hizo carrera de esta postura, y su seguidor más famoso, Bjørn Lomborg,
mantiene con orgullo la tradición. Los que ven los límites físicos
refutan estos argumentos, pero no llegan muy lejos en el mundo del
realismo político.
Y así continuamos, la desconexión no cesa de empeorar.
El cambio climático tiene el potencial de forzar la situación. Pero para estar seguros, los realistas de la política
trabajan horas extra para garantizar que se reduzcan en el mundo las
emisiones de carbono al mínimo coste, o incluso obteniendo beneficios ( Un ejemplo reciente: El IPCC ha publicado un informe que dice que el mundo puede manejar la crisis climática al coste de “una reducción al año del crecimiento en el consumo del 0,04 al 0,14 … puntos porcentuales durante el siglo”). Pero
se subestiman deliberadamente los costes, haciendo caso omiso de las
diferencias en la calidad de la energía, se sobreestiman las posibles
alternativas para sustituir el petróleo en sectores cruciales como el
transporte y la agricultura. (El Informe del IPCC sólo hace una
referencia a estas cuestiones).
El climatólogo Kevin Anderson, de la Universidad del Centro Tyndall de East Anglia
concluye que si queremos reducir las emisiones de carbono de manera
significativa y tan pronto como sea necesario, la economía se debe
contraer. Anderson calcula que los países industrializados deben reducir
sus emisiones en un 10% al año para evitar una catástrofe, y las cifras
hablan que una rápida reducción es “incompatible con el crecimiento económico”. George Monbiot, una voz destacada en el mundo del clima, viene a decir lo mismo.
Teniendo en cuenta las consecuencias nefastas que se
avecinan para el planeta, los responsables políticos deben comprometerse
seriamente en hacer algo sobre el cambio climático. Si lo hacen, lo que
parecía inamovible se verá arrastrado por una fuerza irresistible. Si
no lo hacen, será porque los dirigentes políticos valoran más el
realismo en política más allá de la supervivencia física.
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¿Cómo conciliar estas dos realidades? Este es uno de los problemas centrales de nuestro tiempo y uno de los menos discutidos.
Está claro que tenemos que ir más allá de los respuestas cínicas ya predecibles, de un lado los realistas físicos gritando: “Nos están llevando hacia una catástrofe planetaria”. Por otro lado, los realistas de la política, que responderán: “¿Es que usted quiere que volvamos a la Edad Media?”. Mediante este enfrentamiento se logra poco.
¿Significa esto que debemos salvar las diferencias?
En una palabra: no. En este debate entre las realidades física y
política, es la realidad política la que debe ceder el paso. Los
intentos de establecer un promedio entre ambos puntos de vista,
reduciría el pensamiento a niveles absurdos y a una patética
autoinmovilización.
La única esperanza de minimizar el sufrimiento humano y el caos de los ecosistemas se encuentra en afrontar los límites que los realistas de la política
se empeñan en ocultar e ignorar. Sus esfuerzos, de momento exitosos en
la percepción por la mayor parte de la gente, han puesto en peligro todo
de lo que merece la pena preocuparse. Pronto la masa de engañados de la
Humanidad se enfrentará a las consecuencias de las actitudes y
acciones, que se verán como una locura, pero que sin embargo se siguen
animando, racionalizando y normalizando por casi todas las figuras
públicas respetadas. Delirantes expectativas están a punto de
estrellarse en los acantilados de la dura verdad.
Como sabemos por otros momentos de la Historia,
sociedades enteras pueden sostener de manera sistemática formas de
pensar delirantes. En Estados Unidos, la creencia o no en el cambio
climático se ha convertido en cuestión de afiliación política, con las
páginas de los periódicos de negocios hablando de los sucedáneos de
evidencias de una recuperación económica ( es decir, vuelta al
crecimiento del PIB), vuelta a los caminos ya trillados.
El ensayista John Michael Greer sostiene que la
locura de la élites gerenciales es un síntoma invariable de que se
acerca un colapso de las civilizaciones. Cree que nuestra sociedad se
encuentra en las primeras etapas de una de las fases periódicas, predecibles e inevitables de la decadencia, y que prácticamente nada podemos hacer para detener el proceso.
Creo que tiene razón, y la contracción económica es
inevitable. Y mientras, los Gobiernos, los Bancos Centrales, siguen
explotando una burbuja tras otra ( incluso más allá de la actual burbuja
bursátil/ bienes inmuebles/ fractura hidráulica que se ha configurado
para reventar el aumento de las tasas de interés). Lo que realmente
importa es cómo se maneja esa contracción.
Hay buenos argumentos para afirmar que ya es
demasiado tarde para cambiar las tendencias de aumento de la población,
consumo y contaminación, lo cual converge todo ahora, y lo mejor que
podemos hacer aquellos de nosotros que estamos despiertos y conscientes
de la realidad física es adaptarse de forma inteligente a las fases del
colapso que ha de producirse, construyendo formas de resistencia en
nuestras vidas y crear comunidades que sean capaces de capear las
tormentas que se avecinan ( de forma literal y metafórica) con tanto
éxito como sea posible. Igualmente, debemos seguir haciendo todo lo
posible para contrarrestar estas tendencias, desarrollando una mayor
capacidad de supervivencia, y no haciendo un daño aún mayor a las redes
ecológicas, de cuya integridad dependen las generaciones futuras. En mi
opinión, ambas cosas son correctas.
Lo que se necesita es una vía de decrecimiento que
reduzca al mínimo el sufrimiento humano, evitando los peores impactos
ambientales, yendo hacia una cultura humana sostenible y reestabilizando
los ecosistemas.
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Quizás, las objeciones de que es demasiado tarde o que nosotros no tenemos la capacidad son
las que se hagan. ¿Cuál sería la estrategia para reorientar la sociedad
hacia la realidad física sin incurrir en una crisis psicológica
colectiva, encontrar un camino óptimo de decrecimiento?
A estas alturas, las siguientes recomendaciones
pueden ser simplemente una lista especulativa de deseos. Pero por si
acaso hay en la Fundación Gates alguno que esté despierto a la
realidad física ( la única que posee la suficiente cantidad de dinero,
al menos dice que con fines filantrópicos, para poder llevar a cabo todo
esto), aquí expongo algunas ideas que podrían ayudar a evitar el peor
de los escenarios posibles.
- Comenzar por los esfuerzos en construir un consenso
para que se lleven a cabo acciones sobre los problemas derivados de la
realidad física (recursos limitados del planeta), y establecer alianzas
estratégicas. Hay una especie de matrimonio entre la realidad política,
la negación del cambio climático y la evolución biológica.
- Abrir un diálogo más amplio con los que tienen una visión de la realidad física,
insistiendo con calma en la primacía de los límites del crecimiento, en
la búsqueda de un terreno común. Y luego ayudar a estas personas
razonables a que trabajen desde el interior para transformar la realidad
política hasta que converja hacia la realidad física.
- Dedicar una buena parte de los fondos a programas de educación pública para fomentar el pensamiento crítico. Una verdad incómoda y Cosmos
han servido como un primer toque de atención, pero se necesita algo a
una escala mucho mayor, que se mantenga a lo largo del tiempo, que
abarque escuelas, medios de comunicación social, la televisión, Youtube,
abordando el dilema del crecimiento del consumo, así como una
alfabetización ecológica y sobre el cambio climático.
- Campañas de información sobre planificación familiar en todo el mundo, con especial énfasis en los países con altas tasas de natalidad.
- Ya hay varios movimientos y comunidades que se están adaptando al período de post-crecimiento,
a un régimen económico post-carbono, ciudades en transición, recursos
locales, en favor de los productos ecológicos, movimientos de
simplicidad voluntaria y otros muchos. Todos ellos necesitan nuestro
apoyo.
Sin embargo, estos movimientos quedan en críticas muy
suaves de la problemática de nuestra sociedad y el imperativo del
crecimiento de nuestro sistema financiero y económico, e incluso de
nuestro sistema monetario, simplemente porque es un asunto demasiado
amplio como para que pueda ser abordado de manera efectiva por las
organizaciones locales. El discurso emergente sobre economía
alternativa, basarse en indicadores económicos alternativos, movimientos
por el decrecimiento y post-crecimiento, comienzan a llenar ese vacío.
Este discurso también necesita de un importante apoyo y elaboración, con
objeto de transformar por completo la disciplina económica ( por
ejemplo, los textos de economía deben enseñar economía ecológica, y
condiciones de estabilidad) y la propia Economía.
- Al mismo tiempo, los centros de investigación deben ser financiados
para que puedan elaborar y promover políticas que ayuden a los hogares y
a las instituciones para que se adapten a una economía de
decrecimiento. Entre las medidas que se podrían tomar: racionamiento de
la energía y formación individual en producción y reparación, así como
el apoyo a energías renovables distribuidas a escala local; inversión en
transporte público, transporte electrificado, transporte no motorizado;
sustitución de las importaciones por productos locales y relocalización
de las industrias apropiadas.
- Dentro de una economía en decrecimiento, la
desigualdad en los ingresos y en la riqueza se convierte en una cuestión
política y social crítica. Si las políticas no van en sentido
contrario, los que tienen ventaja económica previa tienen tendencia a
acumular de forma agresiva una parte cada vez mayor de la riqueza de la
sociedad y de los ingresos, mientras que los que están en la parte
inferior quedan en la miseria más absoluta. Se deberían gravar las
transacciones financieras, lo que se obtiene mediante herencia, los
altos ingresos y bienes suntuosos, destinando estos ingresos a
infraestructuras de energías renovables, el rediseño de los sistemas de
alimentación y transporte, reduciendo de forma drástica la dependencia
del petróleo, y ayudando a la gente pobre a adaptarse y salir adelante.
Estas políticas deben ser promovidas a escala nacional y mundial con
importante financiación y con la experiencia de los profesionales.
Y ahora las objeciones: es demasiado tarde, no tenemos la capacidad.
Son razonables. El cumplimiento de las lista de deseos expresados
arriba ( que podrían ser muchos más), es a largo plazo. Pero incluso un
progreso en el de menor importancia podría ayudar a cambiar la
trayectoria hacia el colapso y tener más posibilidades de otros
resultados más deseables.
Si el problema de los realistas de la política es el
autoengaño, la situación de los realistas físicos es un sentimiento de
derrota y pavor. Así que por el bien de estos últimos, concluiré con
unas palabras ( dirigidas tanto a mí mismo como a los lectores): hay
demasiado en juego como para resistirse al juego de tenemos razón, están
equivocados; nosotros débiles, ellos fuertes. Sí, las consecuencias del
crecimiento en el pasado son inevitables; la realidad de los límites
físicos es un hecho. Sin embargo, la realidad del mañana sigue, al menos
hasta cierto punto, dependiendo de nosotros.
Este artículo también ha aparecido en Resilience.org –—–
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons 3.0
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Richard Heinberg es miembro del Post Carbon Institute, autor de once libros, siendo el más reciente Snake Oil: How Fracking’s False Promise of Plenty Imperils Our Future. Sus libros anteriores incluyen: The Party’s Over: Oil, War, and the Fate of Industrial Societies, Peak Everything: Waking Up to the Century of Declines, y The End of Growth: Adapting to Our New Economic Reality.
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Procedencia del artículo:
http://www.commondreams.org/views/2014/07/23/two-realities-debating-growth-finite-planetDe:
http://noticiasdeabajo.wordpress.com/2014/07/26/construir-formas-de-resistencia-y-comunidades-para-afrontar-el-previsible-colapso-que-se-avecina/
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