Gaza
ha sido ocupada a menudo por su agua. Cada ejército que salía o entraba
al desierto del Sinaí, ya fueran babilonios, el de Alejandro Magno, los
otomanos o los británicos, han buscado este recurso allí. Pero hoy el
agua de Gaza se
encuentra totalmente contaminada y en una situación fuera de control.
La combinación de los repetidos ataques de Israel y el cierra de sus
fronteras por parte de Israel y Egipto, han dejado un territorio sin
capacidad para procesar su agua y sus desechos. Cada gota de agua
utilizada en Gaza, bien proceda de los inodoros o cargada de
antibióticos, regresa al medio ambiente en un estado degradado.
Cuando
un inodoro de un hospital se descarga, por ejemplo, se filtra sin
tratamiento a través de las arenas del acuífero, donde se mezcla con las
aguas cargadas de pesticidas, de metales pesados de la industria y la
sal del océano. Después es de nuevo bombeada en los pozos municipales o
privados, junto con la pequeña fracción de agua dulce que compran a
Israel, y regresa por medio del agua corriente de las casas. Esto da
como resultado una contaminación generalizada y un agua no potable, de
la cual el 90% excede las pautas de salinidad y cloruro de las
Organización Mundial de la Salud (OMS).
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