Por Eric Ozawa, 20 de agosto de 2013
Imágenes del interior del reactor nº 4, publicadas el 12 de agosto de 2013. http://fukushima-diary.com/
No
espere escuchar en los informativos nada referente al desastre nuclear
de Japón: a diferencia de otras catástrofes ambientales, la presente
crisis de Fukushima parece que ofrece material que sea objeto de
noticia.
El
22 de julio de 2013, un día después de que ganase las elecciones el
Partido Liberal Democrático del Primer Ministro Shinzo Abe, un partido
pronuclear, Tokyo Electric Power Company (TEPCO), informó de que el agua
subterránea procedente de la central nuclear de Fukushima Daiichi
estaba contaminando el Océano Pacífico. El jefe de la Cooperativa
Pesquera, Hiroyucki Sato, se quejó en la prensa local: “TEPCO dice
que la contaminación se estanca en el interior del puerto, pero el
puerto está conectado con el océano, la mareas entran y salen. No se
puede decir que esto no tenga ningún impacto. Queremos que se tomen
medidas de inmediato”. La Federación Nacional de Asociaciones de Cooperativas Pesqueras dicen que la forma en que se ha manejado la información es “ una traición a la industria pesquera y a los ciudadanos de Japón”.
Más
de dos años después del terremoto y el catastrófico tsunami, la planta
nuclear de Fukushima sigue en crisis. TEPCO dice que aún no tiene una
explicación convincente sobre por qué la información sobre las
filtraciones se dio después de las elecciones. Y sus aseveraciones de
que la contaminación permanece en el puerto son aún menos convincentes,
sobre todo después de saber que durante semanas estuvo negando que se
produjeran filtraciones. El Gobierno estima que son unas 300 toneladas
diarias de agua contaminada las que se vierten al océano. Los empleados
de TEPCO no han confirmado esta estimación.
Esto
que acabamos de conocer es sólo uno de los muchos problemas en que se
encuentra inmersa la planta nuclear de Fukushima Daichii: cortes de
energía, emisión de vapores radiactivos y falta de espacio para
almacenar el agua contaminada (320.000 toneladas hasta el momento, con
planes para construir tanques que puedan almacenar hasta 700.000
toneladas de agua radiactiva en 2015). Pero esta estrategia resulta ya
familiar: negación y retrasos, y después admisión de errores y disculpas
de los responsables de TEPCO. En retrospectiva, la declaración de 2011
de una parada fría de los reactores suena a algo tan infame como la
“misión cumplida” de George W. Bush en las primeras etapas de la guerra
de Irak.
Dale
Klein, ex jefe de la Comisión Reguladora Nuclear de los Estados Unidos,
invitado a formar parte del comité de asesores de TEPCO, reaccionó de
la siguiente forma ante las últimas revelaciones hechas por los
ejecutivos de la compañía: “Esto indica que no saben lo que están
haciendo, que no tienen ningún plan, y que no están haciendo nada para
proteger ni a las personas ni al ambiente”. El diario Asahi Shimbun dijo “que tenía fe nula en la competencia de los servicios públicos, y que es una temeridad dejar a la Compañía en el manejo de las crisis nuclear”.
A principios de este mes,
TEPCO con otras compañías eléctrica de Japón, iniciaron las maniobras
para reiniciar el funcionamiento de sus reactores nucleares, que habían
parado por orden del Gobierno para inspeccionar su seguridad después de
la catástrofe de Fukushima. Y aunque la mayoría de las encuestas siguen
mostrando que la población apoya el abandono de la energía nuclear, la
victoria del Partido Democrático Liberal en las elecciones de
julio hace que eso resulte más improbable. Este verano, el Jefe del
partido, Sanae Takaichi, abogó por el reinicio del funcionamiento de los
reactores del país, sobre la base de que nadie ha muerto a causa del
accidente, una información que indignó a muchos de los familiares de las
víctimas, que culpan de las muertes en las evacuaciones provocadas por
el desastre. Mientras tanto, el Primer Ministro Abe y el resto de sus
miembros de Gobierno están promoviendo la venta de equipos de energía
nuclear a otros países como Turquía, Brasil y Arabia Saudí.
Acordonada en el interior de
la zona prohibida, las filtraciones de la planta es una fuente de
vergüenza y de ansiedad, algo que se ignora con demasiada facilidad. A
diferencia de otras catástrofes ambientales, la crisis nuclear de
Fukushima ofrece poco argumento para un guión, así que pasa
desapercibida en los informativos, a excepción de las conferencias de
prensa en las que aparece el rostro sombrío del presidente de TEPCO,
Naomi Hirose, inclinándose y dando nuevas disculpas. Y así está la
historia, que rara vez tiene la atención que se merece.
Vídeo:
La
paradoja de la radiación es que su invisibilidad hace que sea más fácil
ignorarla y temerla. Para algunos, la respuesta a Fukushima es la de
construir otros reactores, plantas nuevas y más seguras. Para otros, el
peligro parece que está en todas partes, una lenta acumulación del daño
medido por los contadores Geiger y los cánceres detectados. Una de las
razones de esta discrepancia radica en una desigualdad fundamental de la
energía nuclear: la energía obtenida se distribuye ampliamente, pero
los mayores riesgos son locales. Los periódicos de Fukushima todavía
siguen dando los valores de radiación junto a los artículos que muestran
la ansiedad de los padres sobre si es seguro o no permitir a sus hijos
nadar durante las vacaciones de verano. Los desplazados sienten a menudo
que son ignorados, un recordatorio incómodo de una reconstrucción
inacabada del país y de un debate insuficiente sobre las fuentes de
energía. Pero si incluso los que nos encontramos lejos tenemos menos que
temer, se trata de una crisis de la que ya no podemos permitirnos el
lujo de ignorar.
Una
de las lecciones de Fukushima es lo difícil que resulta distinguir
entre el sentimiento de seguridad y este otro hecho: libertad frente al
miedo y libertad frente al peligro. Sentirse seguro requiere de un acto
de fe, fe en la técnica, en la supervisión del Gobierno, fe en lo que no
se puede ver, no se puede ver y no te hará daño. Pero es tarde para
tener fe en TEPCO. Queda por ver el efecto de la declaración del Primer
Ministro Abe, de que su Gobierno tomará un papel más relevante en la
crisis nuclear. La libertad frente al peligro nunca está garantizada por
los que detentan el poder. Cuando hay un accidente, algo que parece
inevitable, es la gente la que tiene que exigir unas cuentas claras y
transparentes. Y eso significa renunciar a nuestra libertad frente al
miedo.
Eric Ozawa es un escritor y traductor que vive en Nueva York.
Fuente:
http://noticiasdeabajo.wordpress.com/2013/08/20/la-crisis-invisible-de-fukushima/
No hay comentarios:
Publicar un comentario