Relatos por la Soberanía Alimentaria en Radio Euskadi, 13 de septiembre de 2012. (archivo de audio, aquí)
Con
las fichas amarillas a modo de moneda de un dólar: Goldman Sachs. A su
derecha y con las fichas rojas, como su bandera: China, la nueva
potencia. En frente: Cargill, con sus piezas en forma de grano verde.
El último contrincante son los petrodólares esgrimidos por un jeque de
harén, palacios y halcones amaestrados. Y el tablero del juego: el mapa
del mundo.
Es el turno del jeque que contraataca,
―nuestras granjas de vacas estabuladas necesitan mucho más forraje del
que producen nuestras tierras ― y hace una oferta nada suculenta por las
tierras de regadío de la cuenca del Nilo, que gana sin problemas.
Cargill, la empresa que controla más del
40% de venta de granos en el mundo, levanta la carta de ‘negociación’ y
propone a China ser ellos quienes gestionen la agricultura en las
tierras que adquirió. China acepta al escuchar a Cargill explicarle que
plantando cereales para combustibles -en lugar de comestibles- el lucro
será brutal. Cierran la operación, y con los yuanes Cargill agranda sus
dominios en los territorios indígenas de Sudamérica. Saben que acceder a
cosechas genera tremendos beneficios en las bolsas de valores.
Le toca a Goldman Sachs. Los dados le
llevan a la casilla de ‘grupos armados’ y pimpampum asalta tierras
campesinas salpicadas por aquí y por allí. Sus colegas del juego le
aconsejan trapicheos con cosechas, minerales, agua y todos los recursos
que da la tierra fértil, pero ni se inmuta, nada quieren hacer con sus
millones de hectáreas por ahora. Las poseen para cuando el mercado
especulador pague miles de veces su coste actual.
El monopoly de tierras no es una
invención, hoy día es el mercado más jugoso para bancos, fondos de
inversión, empresas del agronegocio o países emergentes. En cada ronda o turno millones de seres humanos ruedan del tapete hacia los infiernos del hambre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario