jueves, 29 de octubre de 2020

Covid-19, autoritarismo e izquierda confinada

Si la izquierda consecuente no saca lecciones de su incapacidad para postular un modelo alternativo en la gestión de esta grave crisis, el futuro será desolador. 

 

En muchos países se ha establecido, con distinta intensidad, una censura a cualquier opinión crítica ante la gestión de la pandemia del Covid-19 y de las medidas tomadas por los gobiernos. Las personas críticas con estas políticas son a menudo acusados de negacionistas y pseudocientíficos. Esos términos han sido repetidos en los medios como formula para hurtar un debate necesario, tanto a nivel científico como político. Se llega a acusar de negar no solo la gravedad del SARS-COV 2 sino la propia existencia del virus. A esto se añade otro calificativo: “cospiranoicos”. Tomando como prueba manifestaciones aisladas de algunas personas, se generalizan imputaciones a quienes se oponen a las restricciones autoritarias, como si uniformemente defendieran que el virus ha sido creado en laboratorio, o que la pandemia es en realidad el resultado de una conspiración dirigida por élites internacionales y en la que participan, según las versiones, diferentes agentes del mundo de los medios de comunicación, los gobiernos y las élites económicas. Todo a través de una acción coordinada y secreta.

Por razones de espacio y de los limites lógicos de la paciencia del lector, no vamos a abordar en detalle el atractivo y la profusión de las razones del negacionismo o de las teorías conspiracionistas. El, en ocasiones, mal llamado negacionismo se apoya en la abundante evidencia de la manipulación informativa en que incurren con frecuencia Gobiernos y medios de comunicación. Divulgan informaciones poco exactas y ello hace que tanto gobiernos como medios gocen, en general, de poca credibilidad. Por otra parte, las teorías conspiracionistas tienen un evidente atractivo: presentan explicaciones sencillas, claras y contundentes a fenómenos complejos y difíciles de entender, y conectan con el modo de razonar en la vida cotidiana y en nuestro marco explicativo habitual. Tenemos una tendencia atribucionista y achacamos la responsabilidad de los eventos a la acción de las personas, obviando el decisivo papel de los contextos sociales e institucionales. Por otra parte, también existe una tendencia hacia el funcionalismo: lo que causa algo es aquello que se beneficia de su existencia (el criminal es quien se beneficia del delito).

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Más:

https://www.elsaltodiario.com/coronavirus/covid-19-autoritarismo-e-izquierda-confinada

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