lunes, 6 de marzo de 2017

No seré la empleada del mes (ni falta que hace)

Apuntes sobre la precariedad laboral unida a la discapacidad

Soy tan precaria que mientras escribo este artículo, hago la comida, friego los platos y saco al perro. Bromas aparte, sólo saco al perro. Lo que sí es cierto es que la precariedad se ha instalado en mi vida y en la de tantas otras y parece que va a  quedarse. Echo la vista atrás y pienso, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Se supone que este iba a ser un mundo feliz, un mundo de baldosas amarillas con trabajo digno, salud y vacaciones de verano para mí, vacaciones de verano para ti.

Pero no.

Las cosas tomaron otro rumbo. La generación de Verano Azul mutó a la generación Gran Hermano. La Generación de penúltimos que luchan contra los últimos de la fila. Una sociedad en la que en lugar de rescatar a las personas que más lo necesitan, se rescataron a los bancos.

Ahora, mientras sube el PIB, la luz, y el IPC,  buscas en los estantes qué marca de papel de WC es la más barata. Al menos aquí hay de eso, dirán algunos. A estas alturas ya es una obviedad decir que la pobreza laboral está aquí y tiene rostro de mujer. Asumimos que la precariedad ha venido para quedarse y en el caso de las mujeres parece sólo importarle a unos cuantos. Un país donde la brecha salarial entre hombres y mujeres en es del 24%, dato que se incrementa en el caso de las mujeres con discapacidad. Cerca del 70 % de las mujeres con discapacidad carece de un trabajo remunerado y la tasa de pobreza extrema triplica la del resto de la población. En cuanto a las pensiones de jubilación el dato es escandaloso porque las mujeres cobran un 40% menos que los hombres.
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Más:
http://www.pikaramagazine.com/2017/03/precariedad-discapacidad/

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