Dos de las ocho zanjas donde la dictadura enterró lodos radiactivos de una fuga del Ciemat no están localizadas. Este organismo y el CSN rechazan que exista riesgo para la salud
La sucia herencia radiactiva de aquel 7 de noviembre de 1970 llega
hasta un cruce de carreteras a caballo entre Madrid y Toledo. Ahí –en
una zanja de más de 200 metros cuadrados cubierta de hierbajos, a 30
centímetros de profundidad y sin ningún tipo de señalización o
delimitación– reposan desde hace casi 50 años tierras contaminadas
por una fuga radiactiva que la dictadura escondió.
En total, el franquismo abandonó lodos contaminados en ocho
enterramientos clandestinos como este a lo largo del canal del Jarama.
El
vertido de 1970 –de varias decenas de litros de líquido altamente
radiactivo del procesamiento de combustible nuclear gastado de un
reactor experimental– partió del entonces llamado Centro Nacional de
Energía Nuclear Juan Vigón, ubicado en la Ciudad Universitaria de
Madrid. Se coló por las alcantarillas y fue a parar al Manzanares. De
ahí pasó al Jarama, a la real acequia de ese río y al Tajo. El
franquismo –inmerso entonces en la aventura de lograr una bomba atómica
patria con su proyecto Islero y de limpiar la imagen internacional de la
dictadura– no puso en marcha ningún plan de contención y ocultó el
accidente. También los residuos.
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