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¡Se adelanta una semana la Semana Santa! Más de un centenar de procesiones rebosaron ayer las calles de todo el Estado adelantándose en unos días a la fecha prevista para este tipo de celebraciones. Los costaleros cargaban de rodillas sobre sus hombros a un trabajador crucificado por la nueva reforma laboral al que habían sometido a un calvario de contratos temporales. Detrás de él, los soldados “robamos”, en representación del Imperio Robamos, formado por banqueros, grandes empresarios y gobierno, le atizaban con un contrato basura, una hipoteca y un despido exprés al grito de “trabaja, esclavo” y “eres el rey de los jodíos”.
A diferencia de otras crucifixiones, el reo no cargaba con el madero, era el madero el que cargaba contra él. Entre los asistentes al calvario, se encontraba la Virgen de los Contratados, o sea, una joven becaria, que aún no ha sido desvirgada por un contrato y que va a necesitar más que nunca al Espíritu Santo para conseguir si quiera un trabajo precario. Quien sí está intentando forzarla es un tal Pepe, un carpintero que hace las mesas de negociación con una pata menos para no tener que sentarse con nadie en ella y para que tenga que sostenerla a pulso un currito.
Mientras “los robamos” le clavaban saetas al crucificado, se oyeron otras saetas, las que expresan el dolor de los penitentes, cantos desgarradores como “que no, que no, que no nos representan” o “Mariano, Mariano, no llegas a verano”, cantadas por cientos miles de personas que según el gobierno eran hasta diez veces menos que las estimadas por los organizadores y la mitad de lo que dice el periódico más leído en el país. Está claro que para el ejecutivo, hay mucha gente que no cuenta. Por su habilidad para eliminar personas habría que llamarles ejecutores, mejor que ejecutivo, que sólo hace referencia al tipo de calcetín que llevan y que es tan reversible como sus promesas electorales.
A pesar del clamor popular rogando que no crucificaran al condenado, la autoridad que ha ordenado la ejecución, o sea, la ministra de trabajo hizo de Poncio Pilatos y dijo que la ejecución seguiría su curso según lo previsto. O sea, se lavó las manos. Por algo se apellida Báñez. Y haciendo honor a su apellido, después se dio un baño de masas con sus compañeros de partido en el congreso, que según parece están muy contentos con que sus hijos tengan unas condiciones laborales mucho peores que las suyas, alegría que comparten también periodistas de muchos periódicos.
Hay que reconocer que la jornada de ayer tuvo algo bueno para el trabajo: por una vez, fueron todos los diputados del gobierno a trabajar, todo un acontecimiento, aunque después no se les vio por el pleno, que no sé por qué lo llaman pleno si siempre está medio vacío. Salvo esta novedad, el día transcurrió, según el gobierno, con “total normalidad”. Suponemos que se refieren a que había miles de personas en la calle y cabreadas. Lo normal, vaya. También normal, la actitud farisea del principal partido de la oposición y de gran parte de la prensa afín que se mostraron muy comprensivos con el dolor ajeno pero no se sumaron a la procesión. En su caso debe de ser que la procesión va por dentro. Así empieza pues la Semana Santa que promete durar mucho más de una semana y proporcionarnos mucho más de un calvario.
Tras la crucifixión, se bajó lo que quedaba del trabajador, que estaba hecho un cristo, y se procedió a su entierro junto a sus derechos y el estado del bienestar que han sido sepultados en tumbas contiguas. Antes de morir, pronunció estas palabras: “No les perdones, padre, que saben muy bien lo que hacen”.
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